20 septiembre 2007
Es mentira. No quiero bombardear a nadie. Y menos la
URSS (para los más jóvenes: Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) que ya
ni existe.
A diferencia de quienes creen que todo se soluciona
matando, yo quiero que todo el mundo que tenga un conflicto se siente en una
habitación y no salga de ahí hasta haberlo resuelto. Sería más productivo.
¡Damas y caballeros hoy plato fuerte. En un rincón, con pantalón corto rojo,
Admadineyad; en otro rincón, con calzón azul, George (doble V) Bush, arropado
por sus inseparables amigos Antonio Blair y Chemari Áznar. Como árbitro de la
contienda Monsieur Sarkozy!
Bien y después de esto, y cumpliendo escrupulosamente
con el quinto mandamiento de la Ley de Dios (si, si el que dice No
Matarás), en el peor de los casos habría cuatro muertos solamente. Cinco si
contamos al árbitro. Esto es mucho más barato y evitaríamos el tener que
empezar a hablar con frases para explicar cosas inexplicables. Ejemplo: Han
matado, los aviones y los torpedos Tomahawk (todos marca USA), a miles de
niños, mujeres y hombres (personas) y lo describimos, con un frialdad pasmosa,
“como daño colateral”. Si tiro unos cuantos de esos misiles en el municipio de
Tres Cantos, ¿Qué probabilidades tengo de que no caiga en algún colegio o en el
mercadillo de los jueves?
Así que mejor, háganme caso: matar es malo para la
salud,… sobre todo para la del otro.